El Caballo y el Muchacho by C. S. Lewis

El Caballo y el Muchacho by C. S. Lewis

autor:C. S. Lewis
La lengua: spa
Format: mobi, epub
editor: HarperCollins
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


—Visir—continuó el Tisroc—, ¿es cierto que ningún ser viviente sabe nada de este consejo que hemos mantenido aquí los tres esta noche?

—Amo mío—respondió Ahoshta—, es imposible que lo sepa alguien. Por ese mismo motivo propuse, y vos en vuestra sabiduría aceptasteis, que nos reuniéramos en el Palacio Viejo, donde jamás se celebra ningún consejo y ninguno de los miembros del palacio tiene motivos para venir.

—Eso está bien. Si alguien lo supiera, me ocuparía de que muriera antes de transcurrida una hora. Y también tú, prudente visir, olvídalo todo. Borro de mi corazón y del tuyo todo conocimiento de los planes del príncipe. Éste se ha marchado sin mi conocimiento ni mi consentimiento, no sé adónde, debido a su temperamento violento y a la impetuosa y desobediente disposición de la juventud. Nadie se sentirá más asombrado que tú y yo cuando nos enteremos de que Anvard está en su poder.

—Escucho y obedezco—dijo Ahoshta.

—Por lo tanto, jamás pensarás ni en la parte más recóndita de tu corazón que soy el más insensible de los padres que envía así a su primogénito en una misión que probablemente le causará la muerte, no obstante lo agradable que debe resultarte eso a ti, que no sientes ningún afecto por el príncipe; pues puedo leerlo en el fondo de tu mente.

—Impecable Tisroc—repuso el visir—, comparado con tu persona, yo no amo ni al príncipe ni a mi propia vida ni el pan ni el agua ni tampoco la luz del sol.

—Tus sentimientos resultan elevados y correctos. Yo tampoco amo ninguna de estas cosas en comparación con la gloria y poder de mi trono. Si el príncipe tiene éxito, tendremos Archenland y tal vez más adelante Narnia. Si fracasa … tengo otros dieciocho hijos, y Rabadash, a la manera de los hijos mayores de los reyes, empezaba a resultar peligroso. Más de cinco Tisroc en Tashbaan han muerto antes de hora porque sus hijos mayores, príncipes iluminados todos ellos, se cansaron de aguardar su acceso al trono. Es mucho mejor que enfríe su sangre en el extranjero que la lleve a ebullición aquí estando inactivo. Y ahora, excelente visir, la desmesura de mi ansiedad paternal me incita al sueño. Llama a los músicos a mis aposentos. Pero antes de que te acuestes, retira el indulto que escribimos para el tercer cocinero. Siento en mi interior los claros presagios de una indigestión.

—Escucho y obedezco—respondió el gran visir.

Se arrastró de espaldas a cuatro patas, luego se alzó, hizo una reverencia y salió. Aun así el Tisroc permaneció sentado en silencio en el diván hasta que Aravis casi empezó a temer que se hubiera quedado dormido. Finalmente, no obstante, entre grandes crujidos y suspiros alzó su enorme cuerpo, hizo una seña a los esclavos para que lo precedieran con las luces, y abandonó la habitación. La puerta se cerró a su espalda, la habitación volvió a quedar totalmente a oscuras, y las dos muchachas pudieron volver a respirar con libertad.



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